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jueves, 5 de julio de 2012

FABLA (Revista del Instituto de Investigaciones Lingüísticas de la UNMSM)

FABLA, AÑO IV, N.º 4, 2011
El nuevo número de Fabla presenta un conjunto de trabajos de investigación en el terreno de la ciencia lingüística, tanto en el terreno propiamente teórico como en el aplicado. Esta nueva entrega cuenta con el aporte de docentes cuya trayectoria investigativa en lenguas indígenas es reconocida. Los artículos presentan resultados de indagaciones acerca del castellano, el quechua y el área amazónica. Esta pluralidad se condice con las líneas de investigación trabajadas en el Instituto de Investigaciones Lingüísticas (Invel).
                 El primer artículo de Judith Gálvez Gálvez presenta un estudio sobre las expresiones metafóricas en la prensa chicha. Para ello, la autora se sirve de la propuesta inicial de George Lakoff y Mark Johnson (1980) respecto de la metáfora conceptual como directriz de la vida cotidiana, así como del trabajo de Francisco Ruiz de Mendoza, quien estuviera en la Universidad de San Marcos el año 2009 presentando su propuesta clasificatoria sobre la metáfora en general. De esta manera, la autora presenta una taxonomía de las metáforas de acuerdo con los patrones conceptuales que los hispanohablantes, motivados por el marco experiencial, han internalizado. Así tenemos las metáforas vinculadas con el mundo animal. En este caso, la autora plantea, siguiendo las propuestas de los autores señalados, que toda metáfora conceptual supone la vinculación de un dominio de origen y de un dominio meta. En una expresión del tipo (i) Duerme en cana taxista buitre, se usa la palabra buitre para hacer referencia a una característica de la persona detectada en el buitre. Este animal carroñero acecha a su presa, al igual que los violadores de niños. La metáfora conceptual LOS ANIMALES SON PERSONAS presenta el dominio de origen correspondiente a los animales y el dominio meta vinculado con las personas. Otros casos, mucho más sugerentes, son aquellas que vitalizan o les confieren animicidad a entidades inanimadas; estas pueden ser de distinto cariz, desde entidades de la naturaleza hasta partes del cuerpo. La autora llega a una conclusión importante, ya que asume que la denominada «prensa chicha» suele catalogarse como banal, pero en esta se explicitan aspectos complejos respecto de la cognición humana, al relacionar metafóricamente, y de manera sistemática, muchos dominios que suponen la organización mental de la realidad inmediata de los individuos que viven a través de las metáforas.
               En el segundo artículo, María Clotilde Chavarría presenta los aportes lexicográficos que los misioneros, de manera indirecta, ofrecieron en su afán de catequizar. En concreto, Pío Aza, Armentia y José Álvarez realizaron, en la perspectiva de la autora, un trabajo de gran magnitud en el reconocimiento de las lenguas amazónicas, tanto en lo concerniente a las particularidades gramaticales de estas, como a lo engarzado con su cosmovisión. En el artículo se presentan datos en los que es posible detectar el afán por registrar y diferenciar palabras, detectar procesos fonológicos y ser lo más descriptivo posible, aun con las limitaciones escriturarias de la época. Chavarría asume que los datos registrados dejan recado del carácter intercultural de los misioneros, dado que son, como lo evidencia José Álvarez, excesivamente minuciosos en la descripción de la riqueza cultural de los pueblos amazónicos. No obstante, particularmente pienso que la noción de interculturalidad no se puede sostener en términos de la descripción de objetos culturales cuando el referido misionero cataloga a los ese eja de «salvajes». Sea como fuere, el aporte de los mencionados lexicógrafos en ciernes es evidente para quienes trabajan con las lenguas amazónicas en la actualidad, aun cuando este no haya sido el objetivo inicial de estos. 
                 El tercer artículo corresponde a María del Carmen Cuba Manrique y se titula «Referencia y correferencia nominal en los relatos escritos por alumnos de secundaria de la provincia de Pallasca». En este artículo la autora realiza una descripción de los referentes nominales usados por alumnos del nivel secundario en relatos. Una característica, motivada tal vez por la oralidad, es la reiteración de estructuras nominales, en lugar del mecanismo anafórico, pertinente si se trata de evitar la redundancia textual. Justamente la autora plantea casos en los que el alumno usa anáforas con la finalidad de reemplazar a las estructuras nominales propiamente dichas. Así tenemos que, en un texto en el que se narra el caso de una persona que tiene la intención de atrapar al becerro. La estructura nominal «el becerro» es reemplazada por los pronominales átonos de acusativo y de dativo (lo y le respectivamente). Este recurso es frecuente en la redacción textual; no obstante, la autora advierte que la omisión del referente impide la transparencia referencial. En el relato la autora plantea que en la parcela textual «luego quiso acariciarlo pero al momento de ponerle la mano, [...] quedó estático como una piedra» no se sabe si quien se quedó estático fue el becerro. No obstante, la autora obvia un detalle medular en la organización textual y es que las ideas engarzadas conforman una unidad y en esta es improbable que una persona que quiere capturar a un becerro se quede estática. La comprensión textual supone la reconstrucción de la médula del texto, pero la interpretación cabal no supone un acto pasivo, ya que quien interpreta usa también sus propios conocimientos y los vuelca en la lectura o comprensión de textos escritos, tanto como en la interpretación de estructuras textuales de tipo oral. Lo señalado se refuerza más en la aclaración que la autora hace más adelante sobre este caso, ya que, según indica, «Menos mal que más adelante se aclara el discurso al señalar que el hombre se fue a la ciudad a contarle a su familia». La interrogante que se desprende de este aserto es ¿acaso la información aclaratoria no forma parte de la estructura textual? No podemos desvincular las parcelas informativas, ya que el texto es una unidad y no puede evaluarse con las ideas de manera separada. La organización es evidente y no creo que la ambigüedad sea un problema de comprensión real, por lo menos en este caso. Las conclusiones planteadas por la autora involucran la carencia de claridad textual y la falta de coherencia (que en algunos de los casos no es tan evidente) motivadas por la omisión de los referentes nominales, ya que producen carencias y limitaciones en la redacción.
                El artículo intitulado «Léxico etnolingüístico quechua del proceso de cultivo de Aurahuá-Chupamarca» de Isabel Gálvez Astorayme presenta un registro de palabras vinculadas con el proceso de cultivo desde una propuesta que trasciende el ámbito meramente lexicográfico. El léxico recolectado representa la forma en que el quechuahablante vive la tarea agrícola, ya que la conexión con su entorno implica el respeto por este. El hombre andino ostenta una relación de sujeto a sujeto con las entidades naturales, razón por la cual asume que estas tienen vitalidad e importancia. El  léxico, en tanto que tal, apunta a la descripción organizada de los aspectos culturales de las entradas léxicas cuando los vocablos cuando las entradas lo permiten. Uno de los casos más evidentes al respecto se da en la entrada «mita» en la que se encuentran engarzados diversos participantes que hacen posible el éxito de este proceso vinculado con el agua, apremiante en la tarea agrícola. Los agentes perniciosos en el proceso agrícola tanto como los ritos suponen ejemplos palmarios del carácter vívido del agro en la vida del quechuahablante, proceso en el que influyen muchos factores que tienen en el hombre mismo y la naturaleza a los actores que de manera recíproca confluyen para concretizarlo. 
                 El trabajo de Frank Domínguez Chenguayén se titula «Los casos en el quechua de Pastaza y Ayacucho: un enfoque de Optimalidad» y aborda la variación alomórfica de sufijos de caso en el quechua a través de la teoría de optimalidad (TO), el autor presenta un panorama preciso respecto de la transición entre los modelos derivacionales sustentados en reglas y la simplificación del marco derivativo que da como resultado una propuesta novedosa en la que se apela a la consideración de que los fenómenos fonológicos actualizados en las lenguas naturales se encuentran motivados por la lucha constante de dos fuerzas: la marcación y la fidelidad. La primera se relaciona con la naturalidad en la ocurrencia de ciertos fenómenos y la segunda se orienta a la preservación de formas subyacentes y formas concretas. En el caso del quechua del pastaza, esta variedad se orienta a las fuerzas de marcación, en virtud de que los outputs detectados y vinculados son los morfemas de caso se relacionan de manera directa con lo que en la fonología derivacional supone la aplicación de una regla de asimilación. Estos procesos son frecuentes y obedecen a contextos sumamente específicos. Por otro lado, el quechua ayacuchano más bien opta por la preservación del input en el output, razón por la cual los candidatos óptimos se corresponden uno a uno con las entradas del input. Esta lucha de fuerzas explica la variación dialectal, aunque el marco de discusión debería centrarse en definir si realmente los procesos fonológicos formalizados a través de reglas son suprimidos totalmente por este paradigma. Asumo que la optimización del léxico, concepto descrito en este estudio, es una prueba acerca de cómo la fonología de optimalidad toma en cuenta toda la tradición anterior para plantear candidatos posibles que entran en competencia por ser el apropiado según la orientación de una de las fuerzas que motivan la variación.
               Mi estudio sobre el quechua de Aurahuá es de corte descriptivo y en este hago referencia a un proceso fonológico de disimilación que afecta a las vocales de ciertos sufijos. La disimilación se conecta con el denominado principio de contorno obligatorio (PCO), el cual supone la prohibición de la adyacencia de dos segmentos idénticos. En primer lugar, asumo que el quechua más que una lengua debe considerársele, asumiendo la propuesta de Torero, como un complejo de variedades que no necesariamente supone una inteligibilidad total. Partiendo de esta premisa, me permito discutir también la noción de principio en virtud de que las lenguas no necesariamente se orientan por la prohibición de dos segmentos idénticos (o semejantes) adyacentes. Es posible detectar la confluencia de segmentos idénticos y, en tales casos, el principio presentaría un contraejemplo que sería difícil explicar, si tomamos en cuenta que la noción misma de principio supone la aplicación general sin transgresiones de ningún tipo. En esos términos es menester asumir que el PCO es más una condición hacia la que se orientan ciertas lenguas, pero que carece del carácter prescriptivo que supone la denominación misma. Respecto del proceso mismo, el quechua opta por modificar la vocal de ciertos morfemas derivativos cuando otro morfema adyacente presenta un segmento con los mismos rasgos. Así tenemos que la forma derivado chin-ka-n, al añadírsele el morfema –ya, deviene en chin-ku-ya-n, en la que se hace evidente el cambio de /a/ a /u/. La  explicación que damos sobre el particular es que se trata de una regla fonológica de estrato léxico, puesto que la regla se aplica solo entre morfemas y da como resultado vocales que forman parte del repertorio fonológico del quechua. Esto supone que no son variaciones alofónicas. Las reglas léxicas involucran el procesamiento de la información morfológica en su ejecución y están signadas por la preservación estructural propuesta por Kenstowicz (1994); este principio se interpreta como la incapacidad de las reglas léxicas para generar alófonos en virtud de que estos son posibles gracias a la ejecución de procesos mecánicos; en este caso, la interacción de morfemas derivativos (proceso que opera en el lexicón del hablante) deviene en la alomorfía señalada con la vocal cambiada. La propuesta teórica que uso para describir el fenómeno es la propuesta autosegmental en la que los rasgos se conciben en términos geométricos a través de una estructura organizada y jerárquica.
                 Finalmente, el artículo de la profesora Ana María Gispert-Sauch Colls presenta una descripción de las inscripciones que los jóvenes explicitan en las calles limeñas. Estas son formas de expresión en las que se hace muchas veces eco de autores conocidos pero a través de un agente desconocido. Los grafitis son la manifestación viva de los jóvenes. La interacción es silenciosa, por cuanto los lectores ocasionales (tal ha sido mi caso) suelen reconstruir los mensajes de manera cómplice.
                 En la sección de reseñas, la revista cuenta con los aportes de la profesora Yoni Cárdenas respecto del libro The Frameworks of English de Kim Balard; además, destaca la reseña de Ana María Gispert-Sauch respecto de la obra de Aída Mendoza Cuba sobre el latín, con una incidencia en el último libro de Aída, que publicara en coautoría con su discípulo, Roberto Zamudio. El texto al que hace referencia, Expresiones Latinas. Aprendamos a leer en latín, es un trabajo sólido en lo que a expresiones de nuestro medio se refiere. (Rolando Rocha Martínez)

martes, 3 de abril de 2012

El sufijo «infinitivizador» en el quechua

Rolando Rocha Martínez

Universidad Nacional Mayor de San Marcos
rolandop7@hotmail.com

Resumen
El quechua presenta un sufijo formador de nuevas palabras que ha sido descrito como derivativo nominal deverbativo, es decir, como un sufijo que deriva nombres a partir de elementos lexicales de naturaleza verbal. Sin embargo, la categorización de este sufijo como un derivativo nominal trae consigo una serie de escollos de los que daremos cuenta en el presente estudio con la finalidad de plantear una propuesta factible respecto del estatus nominal o verbal del morfema involucrado. Nuestra investigación propone una recategorización del sufijo en cuestión ya que las descripciones taxonómicas solamente lo han definido como una terminación propiamente infinitiva que constituye formas no personales, pero cuya naturaleza es de tipo nominal. El problema potencial que encontramos en el análisis tradicional de este sufijo es que nos remite a una forma nominal como producto derivado a partir de un verbo; no obstante, el comportamiento de dicha forma derivada dista mucho de ser propiamente un nombre.

Palabras claves: Quechua, morfología derivativa, sufijo infinitivizador.

Abstract
The Quechua has a suffix that forms new words which are been described as nominal deverbativo derivative, ie as a suffix that derived names from lexical items of a verbal nature. However, the categorization of this suffix as a nominal derivative entails a number of pitfalls which we try to solve in the present study in order to propose a feasible proposal with respect to the nominal or verbal status of the morpheme involved. Our research proposes a reclassification of the suffix in question, as the only taxonomic descriptions have defined it as a termination infinitive which constitutes personal forms, but whose nature is the nominal rate. The potential problem found in the traditional analysis of this suffix is refers to a nominal form as a product derived from a verb, however, the behavior of the derivative form is far from being strictly a name.

Key words: Quechua, derivative morphorlogy, suffix infinitivizador.

Introducción
La literatura sobre los diversos dialectos quechuas es profusa. La labor investigativa sobre sus características gramaticales, entendidas como un mosaico complejo y no como una lengua homogénea, ha sido proficua. Los trabajos sobre el quechua, iniciados por Alfredo Torero el año 1964 con la obra intitulada «Los dialectos quechuas», la cual define el rumbo de la andinística peruana, constituyen el punto de partida de numerosas descripciones sobre los subgrupos dialectales del quechua. La naturaleza de los complejos dialectales que conforman esta familia lingüística es aglutinante, específicamente sufijante, lo cual supone que a una forma base se le agregan morfemas con propiedades flexivas, derivativas y hasta discursivas. La presente investigación aborda el problema de la categorización de un sufijo, tradicionalmente clasificado como derivativo nominal, con la finalidad de redefinir la naturaleza del sufijo en cuestión. Nuestra indagación procura dilucidar las propiedades derivativas del sufijo en busca de una explicación plausible acerca del producto derivado final y las consecuencias de este en la clasificación del morfema. A manera de introducción pasaremos a definir los aspectos más relevantes de los procesos derivativos en quechua, los cuales, en rigor, se clasifican en dos clases: derivación nominal y derivación verbal.

La derivación en quechua
Los dialectos quechuas ofrecen un espectro morfemático complejo, en el que ciertas marcas morfológicas son portadoras de información de tipo gramatical (caso, persona poseedora, actora, etc.), mientras que otras modifican la estructura léxica de las palabras generando nuevo vocabulario; estas últimas están involucradas en la derivación; a saber, la generación de palabras a partir de formas bases que devienen, al añadirse un morfema, en una nueva palabra. La derivación como mecanismos morfológico genera léxico nuevo manteniendo las propiedades léxicas de la forma base o modificando léxicamente la forma base. Esta puede ser de dos tipos: nominal y verbal, de acuerdo con el elemento final generado. Asimismo, la derivación nominal puede ser de tipo intracategorial o denominativa, y transcategorial o deverbativa (Torero 2002: 62). Se dice que la derivación de tipo nominal es denominativa cuando los nombres son formados a partir de nombres. Tal es el caso del sufijo {–yuq}, que modifica nombres para devenir en nombres. Veamos el siguiente ejemplo:


En los casos anteriores notamos que la naturaleza categorial de los elementos nominales no se modifica; esto es, el nombre «pelo» deviene en un nuevo nombre que se parafrasea como «el que tiene o es dueño del pelo». Por otro lado, la derivación de tipo nominal es deverbativa, cuando la forma base del nombre derivado es un verbo, lo cual implica que la forma base modifique sus rasgos categoriales: en este caso un verbo deja de ser un nombre para volverse verbo. Tal proceso es evidenciado en el siguiente caso:



(ii) Derivación de verbo a nombre



/puɲu-/ 'dormir' /puɲu-na/ 'lugar para dormir'



La derivación verbal también sigue el mismo derrotero y puede clasificarse de dos formas: intracategorial o deverbativa o transcategorial denominativa. La diferencia es la siguiente: mientras que la verbalización deverbativa (entendida la verbalización como un proceso derivativo que involucra la consecución de un nuevo verbo) genera verbos a partir de verbos, mientras que la verbalización denominativa hace lo propio pero a partir de nombres. Veamos algunos casos.
(iii) Derivación de verbo a verbo



/ranti-/ 'comprar' /ranti-či/ 'hacer comprar'
/puɲu-/ 'dormir' /puɲu-či/ 'hacer dormir'



El sufijo «infinitivizador» {–y}
El sufijo que ocupará nuestra reflexión en lo que sigue ha sido tradicionalmente categorizado como sufijo derivativo nominal deverbativo. Siguiendo la clasificación simple ofrecida líneas arriba, nos percatamos que este sufijo modifica verbos para volverlos nombres; esto es, el producto derivado a partir del sufijo involucrado cambia completamente su naturaleza verbal para dar paso a una categoría léxica nueva.

La literatura sobre las variedades quechuas le confieren estatus nominal. El primero en conferirle dicho estatus en el marco de las descripciones sistemáticas del quechua es Parker (1965: 58) quien asume que «/-y/ deriva un nombre Na que se refiere a una acción en abstracto, sin limitación espacial». Esta definición ha sido seguida por diversos autores. Así tenemos las siguientes definiciones del sufijo:

(1) «{-Y} deriva un nombre que alude a la acción en abstracto» (Escribens, A. y Paul Proulx 1970: 47).

(2) «-y, infinitivo. Es ambivalente por cuanto funciona también como marcador del imperativo. Este sufijo deriva un nombre que alude a una acción en abstracto; es decir, sin referencia temporal, modal ni aspectual. Lo que quiere decir es que el sufijo –y en función de infinitivo forma nombres abstractos» (Quesada 1976: 100).

(3) «El infinitivo -y. Añadido a una raíz tema verbal este sufijo hace que la acción adquiera un matiz abstracto, desprovisto de toda referencia temporal o aspectual» (Cerrón-Palomino 1976: 160).

(4) «[…] (a) –y ‘infinitivizador’ […] deriva temas que expresan la acción verbal en abstracto (los llamados infinitivos)» (Cerrón-Palomino 1987: 272).

(5) «–y. Indica el infinitivo. Es decir, deriva un sustantivo abstracto que no tiene referencia personal: Pukllay, "jugar el juego". Piluta pukllay, "jugar pelota, juego de pelota (fútbol)» (Clodoaldo Soto 2006: 244).

La cita de Quesada es reveladora, ya que deja evidencia del carácter ambivalente del sufijo en la cita (2). Salvo en la cita (1), las demás, de manera coincidente, definen al morfema como infinitivo, y, de hecho, la misma denominación trae ciertos inconvenientes, ya que lo infinitivo es simplemente una forma no personal, y eso no necesariamente supone que la forma verbal base modifique sus propiedades categoriales. Dejaremos este punto para la discusión posterior en este artículo. A continuación, definiremos la cuestión para, posteriormente, analizar las implicancias del sufijo en la presunta modificación de verbos.

La paradoja entre formas nominales y la asignación de caso acusativo

Un problema con la clasificación del sufijo –y como nominalizador es que al ser el origen de un cambio categorial, la raíz nueva carecería de propiedades verbales; esto trae una serie de implicancias en la asignación de caso, por ejemplo, tal y como veremos en el capítulo siguiente. Veamos a continuación, algunas de las incidencias de las formas «derivadas» en construcciones oracionales.



Notamos en el caso anterior que la forma, el sufijo –y, agregado a la forma verbal ranti– ‘comprar’, define un argumento (tanta ‘pan’), el cual porta la marca acusativa –ta. Visto así, el verbo ranti– asigna caso acusativo y, en términos teóricos, el caso acusativo solamente puede ser asignado por un verbo (Fernández y Anula 1995: 167). Sin embargo, siguiendo sensu stricto la clasificación y característica del sufijo –y, el verbo ranti– debería haber cambiado de categoría gramatical (notemos que en la oración ranti– porta la marca morfológica derivativa en cuestión). De esta paradoja, desprendemos las siguientes interrogantes:

a) ¿El sufijo derivativo {–y} realmente determina el cambio categorial de las formas verbales a las que se añade?

b) ¿El sufijo «infinitivizador» es un morfema derivativo de tipo nominal?

c) ¿Qué evidencia gramatical existe para sostener que el sufijo {–y} recategoriza verbos?

Nuestra hipótesis es que el sufijo {–y} es una marca morfológica que define verbos en forma impersonal. Las formas verbales impersonales no requieren modificar sus características categoriales. Desde ese punto de vista, el verbo no necesariamente deriva nombres a partir de verbos, puesto que un verbo en su forma impersonal puede cumplir, sintácticamente, muchas de las funciones de un nombre. En la variedad quechua de Aurahuá, por ejemplo, la marca infinitiva está siendo reemplazada por la forma infinitiva castellana. Esta evidencia supone que los hablantes de esta variedad quechua optan por la marca que define formas verbales impersonales en castellano, probablemente porque la función que cumple es similar en quechua. Un indicio de que nuestra propuesta es adecuada es la polifuncionalidad del sufijo quechua –y. Además, la adopción de la marca infinitiva castellana en formas verbales quechuas evidencia un recurso para uniformizar la función en cuestión. La propuesta teórica que asumiremos para clarificar la naturaleza del sufijo es la TPP (Teoría de Principios y Parámetros) y evaluaremos las diversas descripciones del quechua a fin de contrastarlas. Adicionalmente presentaremos evidencia actual del comportamiento de este sufijo en algunos dialectos quechuas. El resultado concreto de nuestra evaluación supone que las formas verbales no cambian su naturaleza categorial, sino que al ser formas no personales son pasibles de cumplir funciones nominales.

Léxico quechua y rasgos categoriales
El diseño gramatical en el enfoque generativo de Principios y Parámetros define al léxico como un nivel independiente en el que las unidades que lo conforman cuentan con especificaciones de distinto tipo: rasgos categoriales, rasgos gramaticales, un marco de subcategorización, etc. Los rasgos categoriales conforman para de la información sintáctica que las unidades léxicas poseen y definen una matriz básica de unidades a partir de rasgos de tipo nominal y verbal, los cuales están motivados por la ocurrencia o no de elementos después de otros en una construcción sintáctica. De esta manera, si los elementos aparecen «en una cadena sintáctica inmediatamente seguidos de un nombre o de un sintagma nominal comparten el rasgo [+N]; mientras que nombres y adjetivos forman una clase sobre la base del rasgo en común [-N], por lo que no poseen el comportamiento distribucional mencionado» (Fernández y Anula 1995: 89). Los rasgos categoriales que los autores mencionados asignan a las piezas léxicas son los siguientes:




De manera particular nos interesan los rasgos propios de verbos y nombres; en primer lugar, porque el quechua no presenta preposiciones, y, además, porque tales propiedades categoriales son las involucradas en el cambio categorial que entraña el morfema «nominalizador». Si tuviésemos que describir ciertas entradas léxicas mediante estos rasgos sería de la siguiente forma:




Dado que el léxico presenta unidades o piezas que, de acuerdo con ciertas condiciones, se proyectan sintácticamente, es en este nivel que los procesos morfológicos operan, ya que la sintaxis no se ocupa del procesamiento de la información morfológica. Por consiguiente, la derivación, en tanto que tal, ocurre en el nivel léxico. La conformación de nuevas piezas léxicas que sustituyen sus rasgos categoriales es posible de acuerdo con los procesos intra– o transcategoriales que hemos definido en el § 1.1., y es justo este procedimiento derivacional el que permite que el verbo puñu- ‘dormir’, al añadírsele el morfema derivativo –na, cambie a nombre. La modificación categorial sería la siguiente:



Respecto del sufijo {-y}, al ser un nominalizador de verbos, modificaría los rasgos de las bases verbales a través del mecanismo derivativo. Para ejemplificar este proceso presentaremos a continuación la reformulación del verbo llamka– ‘trabajar’ al interactuar con el sufijo «infinitivizador».




Notamos que el sufijo determina el cambio de información categorial, necesario para que este conforme el repertorio de sufijos nominalizadores deverbativos. Además de los rasgos categoriales es menester señalar que, en lo que concierne a las piezas verbales, estas definen una estructura argumental distinta dependiendo de los morfemas derivativos. De esta manera, verbos que son intransitivos y que, por lo tanto, requieren un solo argumento, pasan a ser transitivos, es decir, su red argumental define dos posiciones que deben ser ocupadas por argumentos de tipo nominal (Rocha 2008: 467). Al referirnos a estructuras argumentales de tipo nominal no nos referimos necesariamente a núcleos nominales, ya que puede ser una estructura subordinada cumpliendo tal función.

La derivación como proceso de formación de vocabulario nuevo tiene un estatus léxico. Una de las asunciones básicas de esta propuesta es que el componente sintáctico no procesa la información morfológica, lo cual, además, implica la determinación de un hiato en lo que concierne a los mecanismos que afectan a la sintaxis de aquellos que involucran a las formas lexicales (Marantz 1998).

No obstante, el problema se suscita en términos de la asignación de caso que las formas nominalizadas le confieren a elementos oracionales de tipo nominal. Esto es, las nuevas formas nominales definen argumentos internos en construcciones complejas, los cuales portan la marca de caso acusativo –ta. Esto teóricamente es improbable, debido a que los elementos verbales son los únicos capaces de asignar caso acusativo a elementos nominales. Veamos la siguiente oración propuesta por Parker (1965: 58):



En la oración anterior el verbo principal es el verbo muna– ‘querer’, el cual define una estructura argumental compleja formada por la estructura chakrata llamkayta ‘trabajar la chacra’. El verbo principal le asigna caso acusativo al verbo subordinado llamka–y; por esa razón en el ejemplo aparece la forma –ta al final de este. Sin embargo, la pregunta que se desprende es qué elemento le asigna caso acusativo al elemento nominal chakra. No sería conducente que sea el verbo muna– el asignador, puesto que tanta ‘pan’ es el argumento definido por miku– ‘comer’, y se encuentra en un dominio distinto. El mismo escollo lo encontramos en las siguientes oraciones:



Tanto en (ii) como en (iii) notamos que las raíces nominales tanta ‘pan’ y yaku ‘agua’ portan la marca de acusativo; en ambos casos, plantear que es el verbo muna-‘querer’ el que asigna caso es inconsistente por cuanto ambos son argumentos definidos por los pares léxicos ranti– ‘comprar’ y upya– ‘tomar’; en consecuencia, estos últimos deberían proyectarse desde sintagmas verbales. Para que esto ocurra, las formas señaladas, cuyo morfema es el infinitivizador {–y}, y que hacen posible tal proyección, deben ser categorialmente verbos.

Respecto de la asignación de caso, el quechua cuenta con morfemas específicos para definir que un argumento porte tal marca. Los únicos elementos léxicos que pueden asignar caso, teóricamente, son aquellos que carecen de propiedades nominales:

«Puesto que los SSNN son los receptores del caso, ahora debemos precisar qué elementos son los asignadores de caso […] la propiedad de asignar Caso está relacionada con el rasgo categorial [-N] que poseen en común V y P, y del que carecen N y A» (Fernández y Rebollo 1997: 167).

La respuesta más adecuada que permite explicar la naturaleza de las formas verbales devenidas en nombres es que el morfema en cuestión permite la correncia de verbos sin referencia de persona ni tiempo; esto es, no es una forma nominal propiamente, sino una forma verbal impersonal. No es raro encontrar formas verbales impersonales que cumplan funciones nominales. Tal es el caso del español, cuyos verbos en su forma infinitiva cumplen funciones nominales en la oración sin ningún problema.

(iv) Fumar es excesivamente dañino.

En la oración anterior, notamos que la forma infinitiva fumar ocupa el lugar que de manera canónica le corresponde a una estructura de tipo nominal; no obstante, sería impreciso asumir que se trata de un nombre, ya que las propiedades categoriales de la pieza léxica se mantiene incólume. En lo que concierne a la estructuración, tendríamos que plantear que esta pieza verbal exigida por el copulativo ser proyecta su propio sintagma verbal, de modo que esta forma verbal impersonal es una oración subordinada incrustada, razón por la cual es menester proponer la preservación de los rasgos idiosincrásicos de una raíz verbal [+V, -N].

La naturaleza impersonal de los verbos cuya terminación es –y es más adecuada con el nombre que se le da a este morfema: derivativo infinitivizador. Además, siguiendo este razonamiento, encontramos una explicación plausible respecto de la asignación de la marca de acusativo al núcleo nominal chakra, a través del verbo llamkay (obviando, por supuesto, la propuesta que lo concibe como producto de un proceso de nominalización). Los marcadores de frase que representan los dominios sintácticos de los elementos lexicales cuyos rasgos son [+V, -N], a saber, mikuy y llamkay, tienen que determinar estructuralmente el dominio verbal en el que se encuentran. Para efectos del caso, presentamos el siguiente esquema, siguiendo los lineamientos formales de la teoría X barra, para ejemplificar la oración (ii)3:





Una evidencia insoslayable a favor de la propuesta del infinitivizador como marca propia de verbos impersonales es la que encontramos en las variedades quechuas de Aurahuá y Chupamarca (Huancavelica), y en la variedad de Huánuco (Huamalíes). En las poblaciones jóvenes existe un uso generalizado de las formas infinitivas del español para referirse a verbos descontextualizados y en su forma impersonal. Así tenemos que el prototípico miku–y es para los nativohablantes de estas comunidades miku–r, el verbo muna–y es muna–r, y así por ende. Asumimos que, dada la polifuncionalidad del morfema en cuestión, la forma más simple de verbalizar una forma impersonal es a través de la terminación castellana. Además, los quechuahablantes bilingües realizan el desplazamiento de estas propiedades debido a la correspondencia que existe entre la función infinitiva de la terminación quechua {–y} y el infinitivo castellano. Una evidencia que respalda nuestro aserto es que los verbos infinitivos del castellano pueden aparecer como formas nominales propiamente dichas, e incluso portar los elementos formales que acompañan al nombre: artículos, adjetivos, etc. (RAE Manual 2010: 494). Así tenemos formas como las siguientes:

(v) El bajar la cabeza ante la autoridad me parece indigno.
(vi) El inefable retumbar de las olas me abstrae.

Tanto el verbo bajar como el verbo retumbar aparecen como núcleos nominales en las estructuras de Sujeto (S), de manera que las propiedades idiosincrásicas de estos elementos nominales son de naturaleza sintáctica. La asignación de la terminación impersonal del castellano –r no es gratuita ni casual, se sustenta en la similitud con la del quechua.

No hemos detectado evidencia que constate una predicción a partir del análisis dado; esto es, no existe evidencia de oraciones estructuradas de la siguiente manera:



En los datos hipotéticos presentados en (vii) y (viii) vemos que las formas infinitivas quechuas con la terminación castellana en construcciones complejas sería agramatical. A pesar de ello, el proceso de reemplazo en ciertas variedades del quechua se hace evidente en formas descontextualizadas de una estructura sintáctica.

En suma, nuestro objetivo sustancial ha sido presentar las debilidades de la categorización del morfema infinitivizador como una maraca denominativa, esto es, como una marca que deriva nombres a partir de verbos. Asumimos que una propuesta más acorde con la evidencia que nos ofrece el quechua sostiene que esta marca, tal y como su propio nombre indica, define formas verbales impersonales.

Conclusiones

a) El quechua presenta un sufijo universal que ha sido clasificado como derivativo nominalizador, que modifica raíces verbales y las vuelve verbos. A esta marca morfológica se le ha denominado tradicionalmente «infinitivizador».

b) La denominación es imprecisa por cuanto una marca infinitiva no implica de manera inconcusa que la raíz verbal a la que se añade el morfema cambie sus propiedades categoriales.

c) Las propiedades categoriales de una raíz verbal son [+V, -N]. Si tales rasgos cambian al par [-V, +N], implica que los verbos devienen en nombres y, en consecuencia, pierden sus propiedades sintácticas de definir argumentos y de ser propiamente asignador de caso.

d) En las construcciones subordinadas vemos que los argumentos definidos por las formas verbales «nominalizadas» reciben caso acusativo y, por lo tanto, las propiedades verbales no se pierden. Esta evidencia supone que la marca infinitiva no es propiamente un nominalizador.

e) Una evidencia concreta de que la marca infinitiva no es un derivativo nominal es que en ciertas variedades quechuas como las de Aurahuá–Chupamarca y la de Huánuco, se está adaptando la terminación castellana {–r} para denominar formas verbales descontextualizadas; a saber, fuera de toda estructura sintáctica.

f) El marcador de frase permite evaluar los dominios sintácticos de las formas verbales involucradas. Planteamos, en consecuencia, que el morfema quechua es efectivamente una marca infinitiva, entendida como una maraca que acompaña a formas verbales sin referencia de tiempo y persona.

Referencias bibliográficas

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SIN AUTOR (1905). Vocabulario políglota incaico. Lima, Tipografía del Colegio de Propaganda Fide del Perú.

Adenda:



1) Este artículo apareció en la revista Letras, Vol. 81, 116 (2010) pp. 153-165, y es el producto parcial de la investigación «Sistema derivativo del quechua de Aurahuá-Chupamarca», dirigida por la Dra. Isabel Gálvez Astorayme el año 2008, y en la que coparticipé en calidad de miembro colaborador. Se presentó una versión preliminar en el I Coloquio sobre Lengua y Cultura Andina organizado por la Cátedra de Lengua Quechua de la UNMSM el año 2009, y una versión ampliada con datos actuales de la variedad de Huánuco (Huamalíes) en el Congreso de Lingüística y Educación «Alberto Escobar Zambrano» el año 2010. Agradezco el importante aporte de Franklin Espinoza Bustamante, en lo que concierne a la contrastación de datos de la variedad de Huánuco, el cual ha sido sustancial.

2) La información acerca de la TPP la hemos extraído sustancialmente del texto Sintaxis y Cognición. Introducción al conocimiento, el procesamiento y los déficits sintácticos de Marina Fernández Lagunilla y Alberto Anula Rebollo (1995).

3) El esquema arbóreo se realizó de acuerdo con la disposición que permite el programa virtual denominado phpSyntaxTre cuyo enlace, revisado el 23 de octubre de 2010 es http://ironcreek.net/phpsyntaxtree/?.

martes, 29 de noviembre de 2011

EL BIG BANG (capítulo 11)

Respecto del capítulo discutido en clases, planteo un conjunto de interrogantes como parte de la evaluación final de la sección destinada a la lectura. La fecha de entrega de la tarea es el sábado 3 de diciembre.


(i) Relaciones la noción de exaptación y establezca el deslinde entre esta y la propuesta de Pinker acerca del origen del lenguaje. De ser necesario consigne las citas que sean menester.

(ii) ¿Cómo categorizaría la propuesta de Bickerton, en términos de las tendencias definidas en la pregunta anterior, respecto del origen del lenguaje y qué evidencia presenta al respecto?

(iii) Determine debilidades o inconsistencia en la argumentación de Pinker.

Nota: La imagen de Pinker ha sido extraída del enlace www.thelavinagency.tumblr.com.

viernes, 14 de octubre de 2011

El instinto del lenguaje (capítulos 5 y 6)

En virtud del desarrollo de los capítulos 5 y 6, me permito formular los siguientes problemas:

a) Determine las diferencias sustanciales entre los morfemas derivativos y flexivos. ¿La morfología en las lenguas es recursiva? Muestre evidencia al respecto.
b) ¿Los sonidos en las lenguas son recursivos? ¿En virtud de qué podemos señalar que los ruidos (e incluso los silencios) pueden ser procesados como elementos lingüísticos? Relaciones su respuesta con el proceso auditivo desarrollado en clase.


La entrega de respuestas se extiende hasta el día sábado a las 4 de la tarde. Como ya saben, mi comentario de cierre imposibilita la entrega de respuestas.

viernes, 23 de septiembre de 2011

El instinto del lenguaje (capítulo 4)

De acuerdo con el desarrollo del capítulo cuatro de la obra de Pinker, la noción de infinitud discreta fue discutida en clase. Lo medular es que el lenguaje se caracteriza por el uso de segmentos discretos, en rigor, de naturaleza finita, para generar potencialmente infinitas oraciones. La naturaleza jerárquica de los sintagmas permite que Pinker evalúe la posibilidad de plantear un marco predictivo de acuerdo con las posibilidades sintagmáticas evienciadas en las lenguas. Este marco predictivo permite, a su vez, trascender el nivel de la indagación de las lenguas entendidas como epifenómenos con la finalidad de definir cómo es el lenguaje en el estado inicial. Por lo menos podemos conjeturar qué principios son los que lo gobiernan y cómo la adquisición lingüística supone la determinación de orientaciones siempre predecibles a partir de la generalidad el órgano del lenguaje. Sobre la base de esta noción capital y de otras discutidas el día martes, me permito formular dos interrogantes que deben ser resueltas hasta el día de mañana sábado a las 4 de la tarde. Estaré pendiente de sus respuestas y les pediría que sean concisos y demuestren pertinencia en el manejo conceptual.


a) De acuerdo con la tipología lingüística existen lenguas con ordenamientos sintácticos distintos. ¿Cómo explicamos la evidencia de lenguas que mantienen las estructuras sintagmáticas sin variación? Explique relacionando su respuesta con la propuesta de Pinker acerca de la generalidad que predice la variedad.


b) Analice la oración (i) El perro fue atropellado por el carro. Use para el análisis el esquema gramatical presentado en clases y use las asunciones de la teoría temática.


No envíen respuestas más allá de la hora fijada.

Nota: La imagen ha sido extraída del siguiente enlace:

miércoles, 7 de septiembre de 2011

El instinto del lenguaje


Sobre la base de la lectura de los tres primeros capítulos del texto, me permito plantear una serie de interrogantes que serán resueltas el día jueves 8. Tienen la total libertad de discutir alguna de las respuestas que se esgriman en el presente post, para ampliar algunas de las definiciones. El plazo se cierra a las 5 p. m.

1. La evidencia citada por Pinker respecto de Bickerton, ¿con cuál de los problemas chomskianos se engarza? ¿Cómo esta evidencia permitiría impugnar la propuesta del lenguaje como producto de la imitación?

2. ¿Qué evidencia empírica existe para validar la autonomía lingüística? Engarce su respuesta con la propuesta de Sapir-Whorf esbozada en el texto.

3. ¿Qué relación sustancial podemos asumir que existe entre el mentalés y la competencia lingüística? ¿Existe una relación de codeterminancia? Explique.

martes, 21 de diciembre de 2010

Misoginia y Antisemitismo: Weininger en Wittgenstein / Wittgenstein y la Filosofía Analítica: Mente, Lenguaje y Realidad



Desde hace no poco y de manera consistente, mi amigo Antonio Ramírez Victorio viene realizando eventos académicos de muy buen nivel. Esta vez, y como se esperaba dentro de la línea investigativa que mantiene Antonio, esta vez nos arremete con un tema sumamente polémico, que tiene como figura central a Ludwig Wittgenstein. A continuación, cito la información textual que Antonio me ha facilitado para tener un panorama más claro acerca de lo que trata este evento.

A 61 años de la desaparición de Ludwig Josef Johann Wittgenstein y a 98 de la publicación del weinengeriano Sexo y Carácter, libro que -muy a pesar de la negativa, especialmente en las últimas décadas, a admitirlo- influyó sustantivamente en el pensamiento del primero, el Grupo Diaporein, los proyectos Cátedra Iberoamericana Ludwig Wittgenstein (CILW), Grupo Iberoamericano de Investigaciones de Filosofía Analítica y Pragmatismo (GIIFA&P) y el Proyecto Internacional Multidisciplinar NEUROCOGNICIÓN han programado las III Jornadas Iberoamericanas de Análisis Filosófico, Jurídico y Político «Misoginia y Antisemitismo: Weininger en Wittgenstein» y el II Ciclo de conferencias Ludwig Wittgenstein «Wittgenstein y la Filosofía Analítica: Mente, Lenguaje y Realidad», para los días 3, 4 y 5 de febrero del 2011.

Mediante la presente, la Comisión organizadora, los pares colaboradores y auspiciadores académicos, invitamosa la comunidad de investigación, con este segundo llamado, a submitir ponencias y a tener en cuenta que la fecha límite es el 20 de enero de 2011. Las respuestas serán emitidas en el lapso de una semana. Ha de tenerse en cuenta que las Conferencias tienen como límite de tiempo 50 minutos, las ponencias 25.

Las propuestas de ponencias o conferencias cuyos autores no sean del Perú serán sometidas a referato anónimo ante un Comité Científico Internacional con el que cuenta la Comisión Organizadora. Mientras que las propuestas locales las revisará un Comité también local.

La cuenta a la que deben dirigirse las propuestas de ponencias –y la única a la que se debe solicitar información oficial sobre todo cuanto se refiere a los certámenes- es diaporein@redfilosofica.de

Coordinación General